Hoy te traigo mi último artículo Bienestar digital: estrategias para un uso más consciente de la tecnología, publicado en Educar es todo.
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Las pantallas no son un problema siempre y cuando las dominemos nosotros a ellas y no ellas a nosotros.
Al despertarnos, mientras desayunamos, en el ascensor, caminando por la calle, esperando a ser atendidos, antes de dormir… ¿Te has parado a pensar cuántas veces consultas el móvil a lo largo del día? Según un estudio realizado por HMD Global, consultamos el teléfono una media de 142 veces al día, lo que supone que pasamos más de 18 horas a la semana viendo la pantalla de nuestro smartphone. Cualquiera diría que nuestro teléfono se ha convertido en una extensión más de nuestro cuerpo, llegando al punto de desconectar solamente cuando dormimos.
Algunas personas experimentan el llamado FOMO, acrónimo en inglés de fear of missing out, que traducido al español es el miedo a perderse algo. Este síndrome hace que las personas que lo padecen sientan continuamente la necesidad de revisar su teléfono para comprobar si existen novedades en las redes sociales, WhatsApp o correo electrónico.
Aparece una nueva notificación en la pantalla. ¿Será un correo del trabajo o tal vez un mensaje de Whatsapp? Si en ese momento no podemos comprobarlo, nos ponemos inquietos. A veces ni siquiera es necesario que nos llegue el aviso de notificación, nos sorprendemos a nosotros mismos consultando el teléfono de forma compulsiva, a ver si hay alguna novedad. ¿Por qué sucede esto? ¿Qué nos está pasando? A través de los likes y notificaciones, nuestro cerebro segrega dopamina, un neurotransmisor asociado al placer. Esto nos lleva a automatizar el hábito de mirar el móvil continuamente, esperando recibir un nuevo estímulo, una recompensa por nuestro cerebro.
Es innegable que la tecnología, y en concreto los teléfonos móviles, nos faciliten muchos aspectos de nuestra vida. Este pequeño dispositivo tiene la capacidad de contener buena parte de las herramientas que necesitamos para trabajar y para relacionarnos a diario. Y es que para muchos de nosotros, el teléfono se ha convertido en una herramienta de trabajo: tenemos la agenda con enlaces a las reuniones virtuales, el correo electrónico para atender las consultas, los billetes de tren y avión para las reuniones presenciales e incluso la tarjeta de crédito para realizar los pagos. Con el móvil en el bolsillo, el mundo entero a nuestro alcance.
Pero no nos engañemos. Permanecer todo el día conectados y disponibles digitalmente puede llegar a generar estrés y repercutir en nuestra vida personal.
La solución no es dar la espalda a la tecnología, ni mucho menos, pero sí nos puede resultar positivo detenernos de vez en cuando a reflexionar sobre el uso (o abuso) que estamos haciendo. ¿Cuántas veces al día entras a tus redes sociales? ¿Consultas el teléfono cuando estás en compañía de amigos o familiares? ¿Eres capaz de no mirar el teléfono durante un par de horas? Si ves que hay una notificación, ¿sientes la necesidad de responder de inmediato? Estas sencillas preguntas pueden ayudarnos a detectar si necesitamos incorporar algún cambio de hábito digital.
Ser capaz de desconectar de la tecnología durante ciertos momentos del día es beneficioso y necesario. Podemos empezar con pequeños gestos, como por ejemplo evitar responder a cada Whatsapp o comentario de Instagram al instante, así como dejar de consultar el teléfono durante las comidas o antes de acostarnos.
Algunas preguntas que podemos plantearnos:
- ¿Quiero estar disponible en cualquier momento para otras personas?
- Y los demás, ¿deben estar disponibles siempre?
- ¿Mi uso del teléfono me quita tiempo para hacer otras cosas?
- ¿En qué situaciones considero que no debería consultar el teléfono? ¿Y en qué momentos sí podría hacerlo?
- ¿Qué puedo hacer para evitar mirarlo sin cesar?
- ¿Qué ejemplo estamos dando a nuestros hijos?
A partir de esta introspección, podemos tomar ciertas medidas adaptadas a nuestra situación particular. Se trata de incluir pequeños hábitos diarios que nos ayuden a mejorar nuestra calidad de vida. Algunas ideas:
- Comprométate contigo mismo: decide en qué momentos no consultarás el móvil, y cúmplelo. Por ejemplo, cuando estés en compañía de otras personas.
- Limita el tiempo de uso: los propios smartphones nos ofrecen herramientas para ayudarnos a desconectar de ellos mismos. Puedes consultar las funciones Tiempo de uso si utilizas iPhone, o Bienestar digital si dispones de Android. Te ayudará a ser consciente de las horas diarias que dedicas al teléfono, segmentado incluso por tipos de aplicaciones. Además, podrás configurar un límite de tiempo diario para las aplicaciones, así como definir un tiempo de inactividad en el que sólo estarán disponibles las apps y llamadas que tú decidas.
- Desactiva las notificaciones: de esta forma evitarás distracciones.
- Personaliza la pantalla de inicio: coloca en la primera pantalla de tu teléfono solamente aquellas apps imprescindibles y esconde aquellas que quieres consultar de manera puntual.
- Desinstala las aplicaciones que te hacen perder el tiempo y deja de seguir los perfiles de redes sociales que consideras que no te aportan, o que no te hacen sentir bien.
Dicen que las pantallas nos acercan a los que están lejos y nos alejan de los que tenemos cerca. No permitimos que esto suceda. Seamos capaces de encontrar el equilibrio para acercarnos a los que están lejos, sin alejarnos de los que están a nuestro lado. En nuestras manos está.
Este artículo lo escribí para el blog de Educar es todo. Puedes leer el original aquí.
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Es muy importante la verdad. Yo tengo una relación peculiar con el teléfono. Pero sí que aunque me cuesta soy capaz de dejarlo a un lado, aunque creo que debo de hacerlo más a menudo.